El proyecto, partiendo de una fase investigativa, buscó identificar y estudiar los formatos y dinámicas que se han establecido en el medio artístico desde 1960, para luego proponer un proyecto curatorial que cuestione dichos comportamientos y explore la posibilidad de abrir la exposición de arte a públicos no especializados y espacios por fuera de la tradicional sala blanca.

En ese sentido, la curaduría parte de la idea de que el Universo es un sistema compuesto de muchos otros sistemas, convirtiéndose en una red hiperconectada donde cada fenómeno está conectado con otro. Por sistema se entiende cualquier estructura social o natural: una ciudad, una familia, la economía o una disciplina, permitiendo ver el arte como un sistema en sí mismo.

Allí es donde la propuesta curatorial se encuentra con la fase investigativa, planteando un formato que busca dinamizar los comportamientos que involucran curadores, artistas y el público –especializado o no-. Se parte entonces de la premisa de que en todo sistema existen comportamientos ordenados y caóticos, dos características ineludibles y que le dan forma al Universo en su totalidad.

Por ello, una exposición hace alusión al orden al desarrollarse en un entorno controlado, una sala cerrada y con paredes blancas. La otra al caos, teniendo lugar en la cancha de tejo, donde el color y el tamaño del lugar se imponen sobre cualquier objeto. En ambos casos, se busca que proyectos que revisen el orden y el caos como conceptos entren en diálogo, sin importar su lugar de origen y cómo entiendan dichas palabras. La cohesión del proyecto puede ser provocada por un mapa que relaciona ambas exposiciones en sala, no obstante, la ausencia de un guion curatorial y un texto en pared tradicionalmente explicativo, pretenden promover diversas lecturas por parte del visitante hacia las obras y la curaduría. Así, Orden y Caos busca dejar a un lado la inalterabilidad de los formatos expositivos, para funcionar más como una plataforma experimental donde diferentes relaciones pueden ser posibles.