Los referentes consultados, aunque desde perspectivas diferentes, ilustraban las dinámicas que se generaban alrededor del tótem, pero no su representación. Dejando de lado el contexto de los autores y de las culturas que practicaban el totemismo, rescaté lo esencial: El tótem no es el antepasado del cual todos han descendido, es el ser que protege y al que hay que proteger.

Tras no haber encontrado lo que buscaba en los textos sobre el tótem, decidí dejarlo por un momento y seguir mi instinto: tallar los símbolos de lo que concebía como mi pasado protector. Y revisando en él fue que resaltó sin duda alguna mi realidad: la religión católica y sus iglesias. Su relación: las figuras dispuestas en los retablos de dichas iglesias son seres protectores para los católicos, así como algunos seres de la naturaleza lo son para el totemismo.

Los elementos que componen la obra: Luna, Sol, flores y frutas. Sus significados: contundentemente universales. Cada elemento emana en mi un recuerdo generada por una persona, por lo que los símbolos representados en los Altares son poseedores de una variedad de interpretaciones dentro de la que se incluye la mía. Dicha variedad de interpretaciones fue reducida a seis a partir de mi relación con cada una de ellas. Cultura muisca: la zona de Colombia en que mi mamá y yo nacimos. Religión católica: tradición familiar. Lenguaje de flores y frutas del siglo XIX: investigación sobre la Dama Desconocida de Máximo Merizalde. Tarot: una puerta escondida tras una zapatería por el pasaje Ribas. Mitología antigua: Occidente.