En el caso de las esculturas, Paula Soler propone un ensamblaje de elementos propios de la arquitectura vernácula de esta región como el bareque, las hojas de palma y la madera. A partir de estos, pretende resaltar la relación que tienen con la cultura, la identidad y las formas de vida de sus habitantes. Así mismo, estas piezas son el resultado de una reflexión en torno a la influencia que tienen esta arquitectura en la construcción de memoria y patrimonio.
Para los grabados, se plantea un desarrollo alrededor de establecer metáforas visuales entre los procesos de cambio que han atravesado dichas estructuras arquitectónicas y los procesos a los que se enfrenta la placa para producir una imagen. Dichas placas, pueden ser de cobre o latón y están pensadas en una dimensión aproximada de medio pliego, el tratamiento que se les va a dar es uno de índole menos formal en cuanto a las técnicas de grabado tradicional. Se busca trabajar con óxidos y lijas que afecten directamente la superficie de la placa de forma en que se genere un dialogo con los elementos previamente mencionados. En cuanto a las imágenes, se pretende realizar una suerte de abstracción de todos estos elementos visuales presentes, particularmente en las fachadas, que dan cuenta de los conceptos de interés como lo son el deterioro, el tiempo y el abandono.