Taller Extra: Horno de papel con César Romero

Inscríbase a nuestro taller: horno de papel con César Romero. 16 cupos disponibles

Inicia

28 septiembre, 2024 - 6:30 pm

Termina

29 septiembre, 2024 - 8:00 am

Durante toda la noche del 28 al 29 de septiembre, vamos a hacer un ¡Taller Extra!: Horno de papel con César Romero

Un horno de papel es una técnica de quema alternativa en la cual se construye el horno por medio de papel y barbotina en forma de volcán, donde se logran acabados con tonos tierra y se producen efectos a partir de sales y sulfatos que producen fuego de colores en medio de la cocción de las piezas.

– Dirigido a: estudiantes del Departamento de Arte interesados en cerámica

– 16 cupos: inscripción previa // LINK EN BIO

– Traer bolsa de dormir + comida + ropa muy abrigada

Es una técnica de quema alternativa en la cual se construye el horno por medio de papel y barbotina en forma de volcán, donde se logran acabados con tonos tierra y se producen efectos a partir de sales y sulfatos que producen fuego de colores en medio de la cocción de las piezas.

Los acabados de superficies cerámicas conseguidos en este tipo de quema se asemejan, de alguna manera en color, a los tipos de pintura que utilizaron las culturas precolombinas que habitaron nuestros territorios en el pasado.

El proceso inicia previamente con la preparación de la pasta cerámica con la cual se realizan las piezas a quemar. Dicha pasta tiene unas carácterísticas especiales, pues debe aguantar un choque térmico por el incremento rápido y constante de la temperatura que conlleva este tipo de quema, razón por la cual se le agrega más chamote (arcilla ya quemada y triturada de granulometría impalpable o fina) y talco chino, los cuales son materiales comunmente utilizados para dar resistencia mecánica a las pastas cerámicas.

Una vez fabricada la pasta cerámica (arcilla para modelar las piezas), se procede a la construcción de las mismas por medio de diferentes tipos de modelado que pueden ser: rollos, placas, pellizco, ahuecado e incluso torno. Siempre teniendo en cuenta que al llevar más chamote de lo habitual, las texturas pueden hacerse más evidentes que con una pasta cerámica común.

El momento inicial referido a la elaboración de la arcilla y el modelado de las piezas, termina con la primera quema en un horno convencional de cerámica que para nuestro caso es eléctrico y se programa a 1000°c en un lapso de 8 horas.

Los acabados de superficies cerámicos utilizados en un horno de papel, suelen ser terras sigillatas (engobes coloidales), que en muchas ocasiones se dejan puros destacando las arcillas terracotas, pero también se pueden colorear a partir de óxidos metálicos o pigmentos industriales.

En nuestro caso, optamos por las dos alternativas posibles, es decir, preparamos terras sigillatas puras (sin aditivos de color adicionales), pero también realizamos engobes coloidales de color para ganar en variedad de tonos y experimentar de alguna manera con los acabados de cara a sus posibles aplicaciones.

Si bien el nombre de la técnica indica el material emblemático con el cual está construido; la fabricación del horno lleva mucho más que papel, lo cual hace que se deban recolectar ciertos materiales que no solo ayudan, sino que también garantizan que haya una combustión idónea para que los acabados se desarrollen bien durante la cocción.

Los materiales son: Papel con una superficie brillante (tipo revista o “liner”, que es el papel sobrante de los vinilos adhesivos o plotter de corte de stickers), papel periódico, barbotina (arcilla líquida que puede ser reciclada), madera, carbón, paja, malla de gallinero, ladrillos refractarios, arena, rejilla metálica, papel aluminio, sales, sulfatos, y por supuesto, las piezas, que van en el interior del horno y han sido previamente pintadas con los acabados descritos anteriormente.

Para empezar la construcción, se busca que sea una superficie nivelada y con suficiente espacio al aire libre, pues una vez inicie la combustión se liberaran diferentes gases y vapores convertidos en humo que permanecerá durante las primeras horas.

Es importante salvaguardar la infraestructura del suelo donde se fabrica el horno, por lo cual se hace una base aislante con arena como primera capa y posteriormente se monta un segundo nivel con ladrillos refractarios que ayudarán a mantener la temperatura del horno. En la parte inferior de esta capa aislante de ladrillos, se deja una cámara de alimentación para el fuego que llevará en su interior pequeños listones de madera y alberga material para la combustión como carbón o paja.

Dicha cámara se conecta con la entrada del fuego, que en un principio se conseguirá con la ayuda de un soplete y un cilindro de gas propano, pero que a medida que pasa el tiempo y el horno adquiere fuerza y temperatura, se dejará de lado para el sea el propio horno el que incremente los grados a su ritmo y libre albredío.

Una vez montada la base de ladrillos, se procede a colocar una rejilla metálica similar a un asador, que es la superficie donde van a quedar montadas las piezas terminadas a las cuales como proceso final se les agregan las sales (común de cocina, sal marina, del Himalaya) y sulfatos (cobre, hierro, cobalto, cromo) salpicadas o pintadas y se envuelven en papel alúminio. Es entonces el momento de colocar material combustible como carbón o paja entre las piezas para ayudar con el incremento de la temperatura una vez inicie la combustión, y fijar o asegurar las piezas con la malla de gallinero.

La siguiente tarea en este ritual contemporáneo de quemas alternativas, es construir una especie de tipi (casa o tienda cónica de origen ancestral norteamericana), con listones de madera de diferentes tamaños, que se adapten a la forma requerida.

Una vez se han dado más o menos tres capas de madera con la forma de volcán, es el momento culmen en la fabricación del horno, dándole paso a la danza de la barbotina.

Aunque el origen del horno de papel no resulta muy claro, y algunos referentes lo asocian con una pasión de los ceramistas contemporáneos por investigar en quemas alternativas similares al rakú, del cual, si existen unas bases teóricas y una relación directa con la iniciación en la ceremonia del té, todo pareciera indicar que podrían existir variaciones en su conformación, pero que en algún momento todos los hornos de papel tienen algo en común: una danza armónica al redor de una estructura de madera que alberga las piezas, en movimientos coordinados, donde se sella el alma con papel impregnado de barbotina.

Nuestra danza ritual consiste en sellar la madera con papel liner o de revista untado de barbotina (arcilla líquida), en movimientos circulares continuos de abajo hacia arriba dandole forma al horno y contorneando su silueta en 16 vueltas de presición y goce estético por un momento de alegria y esparcimiento en donde el trabajo en equipo es fundamental, tanto para ir cortando el papel en su justa medida según lo requerido por cada forma que va sugiriendo el horno, como en la cordinación del equipo de untado del papel, y el detalle en la ejecución correcta en la yuxtaposición de capas del equipo de armado. Cuidando hasta el mínimo detalle en la fabricación del damper (chimenea de desfogue), la boca de alimentación en la base y por su puesto su forma para darle una estética de volcán.

Todos estos movimientos sincronizados de manera óptima dan origen a el horno de papel al cual solo le hace falta la acción poderosa y cambiante del fuego para hacer su magia.

Si tomáramos la definición de la alquimia como la transmutación de materiales para estudiar su comportamiento y el efecto de agentes externos en el origen de nuevas formas tangibles, lo más cercano en términos cerámicos definitivamente serían las quemas alternativas como a la que nos estamos refiriendo en este texto.

El conjunto de experiencias y especulaciones con sustento químico que se utilizan de parte de los ceramistas en la técnica del horno de papel se traducen gracias a la acción del fuego en una catarsis visual sin comparación.

Todo el proceso de quema al principio transcurre de forma habitual, donde se incrementa la temperatura gradualmente y por obvias razones en la cocción de un material húmedo como el papel se liberan muchos humos y gases. Sin embargo, pasados los 700 grados centígrados y a medida que va creciendo el número de los registros en la termocupla, empezamos a ver una llama tenue de color naranja rojizo, que con algo de timidez se asoma por el damper(chimenea) del horno.

Conforme avanza el proceso, surge la magia y es entonces cuando todo el esfuerzo, sacrificio físico de consecución de materiales y montaje de la estructura tienen su recompensa.  Nos encontramos con el fuego de colores. Destellos cortos al inicio de colores variados, que se potencian con la acción del ceramista al poner en su interior reactivos (bombas de sulfatos de hierro, cobre, cobalto y sal de cocina) envueltos en papel húmedo. Estos reactivos resaltan los colores, incrementan su tamaño y sostienen los cambios repentinos de tonalidades verdes, azules, naranjas, rojas, amarillas, violetas y blancas.

Es todo un espectáculo pocas veces visto y comparable solo con juegos pirotécnicos, pero al alcance del ceramista. Definitivamente una magia del color que vale la pena repetir mil y un veces más para volver a conseguir ese extasis que solo quien lo vive de primera mano puede llegar a entender.

La última parte del proceso tiene que ver sin lugar a dudas con el final de la quema que obedece a una acción natural del colapso del horno a medida que pierde poder combustible por haberse consumido la madera y el papel de su fabricación.

Al día siguiente toda esa felicidad del fuego colorido visto en la noche se traduce en escombros. Carbono que reposa en forma de ceniza y vestigios de madera quemada sobre las piezas cerámicas. Entra pues el ceramista a buscar el fruto de su trabajo con pinzas, casi a modo de arqueólogo en una excavación.

El resultado tangible del proceso son piezas que no solo tienen los colores que originalmente se pintaron, sino también la atmósfera de las sales y sulfatos que se lanzaron en forma de bombas por la chimenea del horno.

Aunque las piezas estética y formalmente son bellas, lo más bonito es el proceso. El verdadero valor no es mesurable en términos de ver solamente las piezas. La magia del proceso está en apreciar todo el ritual contemporáneo que significa hacer un horno de papel con sus distintas fases, desde la fabricación de la pasta cerámica, hasta buscar las piezas en los escombros.

Hay una parte filosófica en esta técnica cerámica muy interesante, y es que cada ser que puso de sí en este trabajo ha dejado huella y parte de su alma en el proceso y se ve reflejado en las piezas finales.