Inicia
12 septiembre, 2019 - 12:00 pm
Termina
12 septiembre, 2019 - 1:30 pm
Dirección
Salón UME | Centro del Japón, Universidad de los Amdes Ver mapaDesde la prehistoria hasta la actualidad, la tradición artística japonesa tiene unas características propias, con ciertos rasgos característicos, como propios, como la fascinación por la Naturaleza y una gran capacidad para tomar elementos de otras culturas para asimilarlos y adaptarlos a su propios gustos, como hizo, por ejemplo con Budismo. En realidad, no existe un arte japonés uniforme y estático. Cada época histórica ha marcado el arte de su tiempo. Como si desplegáramos un abanico, en esta conferencia vamos a mostrar un panorama de algunas obras maestras del arte japonés, que presentaremos haciendo un recorrido por su historia. De este modo, los edificios, jardines, esculturas, pinturas, cerámicas y lacas de cada período nos permitirán apreciar los diferentes gustos estéticos de cada época. El Pabellón del Fénix en Uji y las bellas pinturas del rollodel Genji Monogatari son testimonio de la elegancia del período Heian, dominado por los cortesanos de Kioto. Los gustos militares se impondrán desde el período Kamakura, una época en la que, además del Gran Buda de Kamakura, se hicieron las más afamadas esculturas en talla de madera para los templos budistas. Los samuráis fueron grandes mecenas de las artes y patrocinaron el budismo zen, cuya estética austera se extendió durante el período Muromachi, siendo Sesshu el monje pintor más importante. Desde entonces, los dirigentes de Japón practican la ceremonia del té, una manifestación artística que influyó mucho en la difusión de la estética zen. No obstante, los grandes señores de la guerra también apreciaban el lujo. El famoso Pabellón de Oro, se construyó para tener un lugar de descanso en el que hacer la ceremonia del té. Kioto fue el gran centro artístico de Japón, incluso después del ascenso al poder del clan Tokugawa y el traslado de la capital a Edo (Tokio) a comienzos del siglo XVII. En Kioto trabajó Ogata Korin, impulsor de la llamada escuela Rimpa, En el período Edo encontramos una gran diversidad, con pintores con un color tan atractivo como Hokusai y monjes zen, como Sengai, que siguen pintando a la tinta, o sumi-e, sin colores. 1868 fue el año de la Restauración Meiji, que supuso el final del Japón tradicional y el inicio de su gran modernización. El arte japonés de entonces miró hacia el arte europeo, pero sin perder sus principios tradicionales, que hoy se mantienen vivos gracias a muchos artistas con talento que han triunfado internacionalmente, tanto en técnicas tradicionales como en nuevos medios artísticos como el cine, el manga, el anime o los videojuegos.
David Almazán Tomás (Zaragoza, España, 1971)
Es doctor en Historia del Arte y antropólogo. Trabaja como profesor de Arte de Asia Oriental en los estudios de Historia del Arte del grado y máster de la Universidad de Zaragoza, institución en la que también es profesor del Diploma de Especialización en Estudios Japoneses. Es académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla. Investiga sobre las relaciones culturales hispano japonesas y sobre el arte japonés. Ha dedicado varias publicaciones y ha comisariado exposiciones sobre estos temas, como Noh-Kabuki. Escenas del Japón (Universidad de Zaragoza, 2014), Bijin. El Japonismo de Julio Romero de Torres (Museo de Córdoba, 2014), Arte japonés y Japonismo (Museo de Bilbao, 2014) y La naturaleza del samurái (Galería Odays, 2017). Entre sus libros más recientes sobre arte japonés destacan Tsukioka Yoshitoshi: Cien Aspectos de la luna (2015), Katsushika Hokusai: Cien vistas del monte Fuji (2016), Katsushika Hokusai: Manual de dibujo abreviado (2017) y Frank Lloyd Wright: La estampa japonesa (2018)