Dos consejos de nuestra egresada de Arte e Historia del Arte Luisa Valderrama: dele un hilo conductor a su portafolio y postúlese a todo
En la ciudad todo es más cuadriculado, coordinado y artificial. Impuesto. Comencé cogiendo materiales del Llano: sueltos, sucios, naturales, pero lo que hice fue darles un orden impuesto. Se puede ver un contraste entre algo natural, pero ordenado, bloqueado.
Dos consejos de nuestra egresada de Arte e Historia del Arte Luisa Valderrama: dele un hilo conductor a su portafolio y postúlese a todo
Luisa Valderrama, egresada de nuestros pregrados de Arte e Historia del Arte, creció entre el Llano colombiano y Bogotá. Su obra parte de la experiencia de criarse entre ambientes urbanos y rurales. Le interesa hacer que lo instintivo de la naturaleza se encuentre con las dinámicas mental y físicamente coordinadas de la ciudad.
Luisa cuenta cómo llegó a ser invitada a exposiciones en Bogotá y en Nueva York, cuál es la parte crucial, y la más difícil, de desarrollar un portafolio que ayude a construir una carrera artística y cómo afecta la inestabilidad financiera el día a día de un artista.
En los Andes estudié dibujo y pintura. Pinto desde los 10 años. Mientras avanzaba en la carrera tomé clases de fotografía y empecé a tomarle fotos al Llano. Con la fotografía me empecé a interesar en los paisajes y a medida que iba tomándoles fotos, me fijaba más en los objetos. Hacia el final de la carrera de pintura y dibujo, resultó que mi tesis no tenía nada de pintura ni de dibujo. Hice escultura. En ese cambio fue que comenzó mi interés en la dicotomía campo – ciudad.
Con los años ha ido desarrollando esa idea. Me interesa llevar lo natural a otras partes. Sigo trabajando con eso. Hice una maestría en escultura en Nueva York y claramente allá no tenía los materiales que tenía disponibles aquí en el Llano, entonces comencé a trabajar mucho con tierra.
La tierra es un material para reconectarse con lo que no pensamos tanto, la damos por sentado. La tierra está en todas partes, vivimos en ella y quise trabajar esa conexión con los materiales que normalmente no consideramos. Me gusta transformarla de maneras que hacen que le prestemos más atención.
Para la tesis de la maestría hice una pieza que es una columna de 4 metros de alto, pero que es de tierra. Cuando el espectador entraba a la galería se encontraba con algo que no esperaba: un material que no corresponde a esas condiciones, a la galería, al espacio interior, y le pone más atención a la tierra.
En Estados Unidos hay una ventaja y es que hacen muchas convocatorias abiertas a las que uno puede aplicar. Así he conseguido algunas exposiciones. Hubo un tiempo en el que aplicaba a algo todos los días. Tenía un calendario con las fechas de cierre de todas las convocatorias que podía encontrar. De esas salieron varias. De muchas a las que aplicas, al menos una sale: toca así.
Fue gracias a esas mil aplicaciones que hice que me han salido otro tipo de exposiciones que han sido por invitación; pero es todo un proceso. Uno tiene que empezar aplicando a todo y haciendo lo que le salga y después de todo ese esfuerzo es que empieza a ser invitado.
También hay que aplicar a residencias, incluso cuando uno todavía no se ha graduado. En Estados Unidos hay muchas que aceptan artistas internacionales. Te dan espacio para crear: básicamente te dicen: “ven y sé artista por un mes y no hagas nada más”. Yo no empecé a hacerlo sino luego de mudarme a Estado Unidos, pero uno debería hacerlo desde antes. He hecho siete y sigo haciéndolas porque me encantan.
No se puede parar de hacer arte, por más de que uno esté inestable económicamente.
Por dos años, antes de viajar a hacer la maestría, tuve taller y me dediqué a hacer obra, buscar exposiciones, buscar hacer contactos. Durante ese tiempo sabía que estaba desarrollando portafolio para poder irme, porque a las maestrías uno pasa es con portafolio. Ya me habían aconsejado que el portafolio debe tener un hilo conductor muy claro.
Como pinto desde pequeña, tenía una técnica muy buena. En una clase en pregrado hice un autorretrato en claroscuro y cuando lo presenté, el profesor me dijo: “Sí, pintas muy bien. Está muy bien hecho. ¿Y qué?” Fue un poco duro, pero de ahí en adelante no me dejé de preguntar por el “¿y qué?” de cada obra.
Está muy bien tener buena técnica, pero tiene que haber un concepto detrás. Me di cuenta de lo importante del “de qué está hablando uno”, del “qué quiero decir”. Eso es el concepto. Pero uno entra a la universidad diciendo “quiero pintar”, después es que se da cuenta de que lo importante es desarrollar un concepto, una idea. Uno no puede apuntar en todas las direcciones solo por la técnica.
Uno quiere hacer de todo, pero cuando encuentra algo que le interesa mucho, después no quiere salir de eso. Siento que hay que leer mucho, mirar qué le interesa a uno, encontrar ese concepto e ir desarrollándolo. Esa es la guía para después hacer una carrera artística: tener claro el concepto. En la maestría ya no te piden técnica ni nada. Lo que te ayudan es a perfilar bien el concepto, la idea y cómo lo estás haciendo, que es lo importante realmente.