Despedida, carta abierta | Iván Rickenmann
Despedida, carta abierta | Iván Rickenmann | Departamento de arte
Querida comunidad Uniandina,
Resulta de una mezcla curiosa la motivación para escribir estas líneas; una mezcla entre nostalgia feliz, tristeza, incertidumbre y felicidad, y una gran expectativa por una nueva vida -sobre todo porque que ya no tengo 30 años-.
Sin embargo, el sentimiento que me invade es el de agradecimiento. Cumplo este semestre 20 años de labor docente ininterrumpida en los Andes, y (30 en la Javeriana). Y con ese cumpleaños, dejo la institución que tanto me apoyó y que disfruté desde el primer día, un agosto de 2004.
Viajo junto con mi esposa y mi gata a España, a buscar una vida diferente y nueva, y a concentrarme en mi trabajo de artista que he llevado en paralelo con la docencia todos estos años. Pero una nueva vida significa dejar otra. Y estos 20 años de docencia en los Andes han sido una forma de vida en una institución que ha sido como mi casa.
Quisiera agradecerle primero a la Universidad de los Andes que, sin ser yo uniandino, me acogió como uno de ellos. Siempre celebré la libertad de cátedra y el respeto por la labor del docente, lo que generó un ambiente agradable y propicio para la enseñanza. A las directivas; a Andrea Lozano, nuestra actual Decana, a Patricia Zalamea y a los anteriores decanos; a Carolina Cerón, Milú, Carmen Gil, Ricardo Arias, Juan Fernando y tantos más que los precedieron en la Dirección del Departamento. Y un especial agradecimiento a mi querida Carolina Franco, que me llevó casi de las mechas para dictar clase allá cuando dirigía el Departamento. Gracias.
Agradecimiento y admiración por las(os) cordinadoras(es) y secretarias(os) que hacen, literalmente, MAGIA. Mi querida Juana Rey (¡compañera desde el colegio!), Inés Rocha… Mi querida y muy admirada Yennifer González, que me ha ayudado siempre a solucionar los chicharrones que, involuntariamente (pero con constancia), logro crear. Igual José Anibal y todos. Gracias.
Mis colegas queridos; amistad, enseñanza, camaradería y, sobre todo, admiración.
Todos tendrán en Madrid un colchoncito al lado del sofá (porque el sofá es para la gata).
Pero quiero extender este agradecimiento al grupo más importante y significativo en estos 20 años de docencia: a mis queridos(as)(es) estudiantes. Ustedes han sido finalmente el motor y las ganas de ir a dictar clase cada semana, cada mes y cada semestre. Aunque he podido enseñar y compartir mis conocimientos, también he aprendido enormemente de ustedes. Y creo que, sin lugar a equivocarme, han hecho de mí un mejor ser humano. A quienes he visto crecer profesionalmente, pero también a quienes les perdí el rastro, GRACIAS.
Finalmente, quisiera dejar una puerta abierta para futuras colaboraciones, porque la docencia no es simplemente un trabajo; es una forma de ser. Y eso no se apaga con un viaje.
Muchas gracias.
Ivan Rickenmann