“Un lugar donde morir” llegó a Harvard: Ana María Patiño Sánchez en el ciclo Spirituality and the Arts

“Un lugar donde morir” llegó a Harvard: Ana María Patiño Sánchez en el ciclo Spirituality and the Arts

La artista y egresada del Pregrado en Arte de la Universidad de los Andes participó en un evento organizado por la Divinity School de Harvard, donde presentó una obra nacida de la exploración íntima y ritual del vínculo entre arte, muerte y espiritualidad.

“Fue un sueño que empezó con un tapete y terminó en una sala de Harvard.” Así podría contarse parte del recorrido de Ana María Patiño Sánchez, egresada del Pregrado en Arte de la Universidad de los Andes, quien presentó su obra Un lugar donde morir en el ciclo de conferencias Spirituality and the Arts, organizado por la Divinity School de Harvard en el marco del Program for the Evolution of Spirituality.

La invitación a participar en el evento llegó tras postularse a una convocatoria abierta que conoció gracias a dos profesores del Centre for the History of Hermetic Philosophy and Related Currents de la Universiteit van Amsterdam. Con ellos se había cruzado en un curso de verano sobre historia y filosofía del esoterismo, al que también aplicó con su tesis de grado. “Fue gracias a ellos que pude ver las posibilidades de mi trabajo y, posteriormente, enterarme sobre esta conferencia”, cuenta Ana María.

El proceso de postulación exigía enviar un texto que explicara cómo el trabajo propuesto se relacionaba con los vínculos entre arte y espiritualidad, junto con un perfil académico y muestras de obra. “Uno podía participar con un texto, una obra o un taller. Yo decidí hacerlo con una obra”, recuerda. El envío lo hizo en diciembre de 2023 y recibió la carta de aceptación en febrero.

Participar en un evento académico en Harvard representó mucho más que un logro profesional. “Siempre veía Harvard como una cosa lejana a la que nunca me podría acercar”, dice. “Sin embargo, ahora que fui y conocí más del programa, esta experiencia ha sido una gran puerta para cuestionar aquellas viejas creencias y reconocer que mi obra tiene un lugar desde donde investigar y generar conocimiento.”

Una obra textil, mágica y negra: “Un lugar donde morir”

La obra que presentó, Un lugar donde morir, nació de una experiencia personal y onírica: un sueño en el que los tapetes de su casa la absorbían al morir. También nació del deseo de transitar, desde el arte, emociones ligadas a la muerte propia. “Quería crear un espacio íntimo pero también sagrado para pensar la muerte no como fin, sino como transformación, así como vida”, afirma.

El proyecto está compuesto por cuatro tapices: uno textual, a manera de mapa mental, y tres textiles realizados en lana e hilo. Todos fueron tinturados con hierbas específicas, elegidas por sus propiedades mágicas, en la cocina y el jardín de su casa. “La teoría mágica y sanadora de los tapices se basó en prácticas populares, como los baños mágicos, así como en teorías mágico-medievales entorno a los talismanes”, explica.

La pieza es, en sí misma, una práctica espiritual. La creación del tapiz fue pensada como un ritual de preparación para la muerte, pero también como una forma de conversar con ella. La obra recoge saberes de espiritualidades indígenas de Colombia y prácticas esotéricas europeas como la alquimia o la herbolaria mágica. “También la contemplación religiosa y la búsqueda de una hierofanía fueron parte de sus motivos”, agrega Ana María. “La comprensión del arte como herramienta espiritual y mágica está presente desde el inicio.”

El lugar de una obra en el mundo

La participación en Harvard no solo fue una validación de su trabajo artístico, sino una apertura a nuevos lenguajes y comunidades. “Antes de ir, temía que mi investigación teórica no fuera vista como forma de hacer arte, o que el trabajo textil se cuestionara como arte y se tratara como algo meramente artesanal”, confiesa. “Pero fue todo lo contrario. Muchas personas compartían mis mismos cuestionamientos. Me conmovió mucho encontrar ese eco.”

Su conferencia se llevó a cabo el jueves 24 de abril en el Braun Room de Swartz Hall, sede de la Divinity School. Durante el evento, compartió espacio con artistas, académicos y sanadores de distintos lugares del mundo. “Quisiera resaltar a Mariano Villalba, con sus investigaciones sobre ocultismo en la obra de María Izquierdo; a Denise Penizzotto, que explora la iconoclasia y la abstracción; y a Wongelawit Ayele, artista etíope que recupera saberes sobre antiguos dioses de su territorio. Pero hay muchísimos más.”

De la tesis a la proyección artística

Un lugar donde morir es una obra que comenzó a gestarse mucho antes del proyecto de grado. Desde segundo semestre, los tapetes y los tintes naturales aparecían en su trabajo. En tercer semestre surgió la idea de “tejer la muerte”, y ya en noveno incorporó los baños mágicos y los talismanes. Lo que en algún momento fue un color evitado —el negro—, se convirtió en símbolo de consuelo. “Dejó de ser dolor y pasó a ser amor”, resume.

Sus profesores y la Universidad fueron fundamentales en este proceso. Nombra con especial gratitud a María Margarita Jiménez, Darío Velandia, Carolina Agudelo, Tarcisio Turán, María Clara Bernal, Alexander Herrera y Gloria Sebastián Fierro. “Son muchas las personas que influyeron este proyecto desde distintas áreas, no solo arte o historia del arte, sino también lenguas, diseño, literatura. Fue un proceso interdisciplinario en sí mismo.”

Explorar, postular, conectar

Desde que se graduó, Ana María ha estado explorando nuevas rutas en su obra. Investiga actualmente la figura de la Estrella de Ajenjo, el león verde alquímico y otros símbolos que conectan vida y muerte, eros y tánatos. Desarrolla proyectos editoriales vinculados a sus tesis y continúa produciendo piezas textiles, cerámicas y dibujos.

También ha dedicado tiempo a entender cómo quiere mover su obra, cómo construir su presencia en redes, hacer portafolios, aplicar a convocatorias, facilitar talleres. “Este tiempo ha sido clave para entender cómo me quiero relacionar con el mundo del arte y el académico. Presentar mi trabajo en Harvard fue también una forma de encontrar comunidad. De ver que hay espacios donde lo que uno hace sí tiene eco.”

Redacción: Sebastián López