Exploramos entonces el mentir desde el placer. El replantearnos como movimiento que fluctúa entre lo que soy y lo que siento, lo que quiero y lo que puedo. Nos sentimos infinitos, libres en sueños que sobrepasan la cordura, siendo la vivaz protesta, la valerosa tentativa de enseñarle el papel a la naturaleza que le corresponde.

La acción como forma de purificación por el placer de sentirnos ajenos, inconscientes y remotos. Mentirnos por mentir, a contracorriente de esa facultad tan morbosa como insana de decir la verdad. Liberarnos como cuerpos.