Hacer una pequeña isla dentro de ti, observando como todo ocurre, constantemente surgiendo y desapareciendo.
Esa es la verdadera casa, lo que para mí es el lugar más bonito y para llegar ahí hay que meditar.
Hasta que los huesos se rompan y las piernas sangren, viendo la felicidad de lo que realmente importa.
Con ésta idea en mente, la escultura es un monje que a pesar desborda el fuego detrás de él la calma continua,
con plena sabiduría de que la calma es primordial, en especial cuando los tiempos son difíciles.