Desde pequeño he estado expuesto a las pantallas, tenia acceso a la televisión antes de cumplir el año de nacido, y para cuando cumplí 3, me puse por primera vez al mando de un control de videoconsola. Alcanzada la edad de 5 años, ya no había marcha atrás, mi alma era sin saberlo, la de un hikikomori (persona que vive recluida por voluntad propia). O lo más cercano para un latinoamericano, pues aún tenía qué cumplir con unos parámetros sociales qué me sacaban de esa zona de confort que representaba mi habitación. Ya a los 10 años con mi primer computador, el internet se había convertido en un lugar de infinito contenido por el que me gustaba perderme, todo tipo de sitios al alcancé de un click. Más temprano que tarde entendí que tenía que repartir mi tiempo para explorar el enorme mundo qué veía a través de mi ventana, y el aún más enorme mundo que me veía desde el otro lado de la pantalla. Con alegría me di cuenta de que una no era la antítesis de la otra, y eso es de lo qué este proyecto se tratará, hablar de mi experiencia personal por medio de animación.