Chupando de una colilla.

Con un sabor particular todas. Con un olor singular todas. Y disfruto probarlas todas, mas una oscura, una sólida, robusta, vigorosa con color, nunca ha rozado mis labios. La que ahora dirijo hacia mi boca blanca. Con unas cuarenta y dos venas cruzando de punta a base, rematando con dos bolas que me encanta explotar, con tres lunares que las separan de lo que me voy a mamar. Me dispongo a chupar, a calentar cada centímetro desde la punta hasta llegar a las que ya con mis dedos presioné. A con cada chupada hacerla arder. Tras unos minutos acabé. Sólo me queda una colilla que desechar y las cenizas en mi tazón.