Habitar, ser y sentir las fronteras es una exposición curada por Ana Karina Moreno que estará presente hasta el 8 de abril en la Sala de Exposiciones de la Cámara de Comercio de Bogotá.  En este espacio, artistas y colectivos cuestionan sobre las situaciones de “otros” que por experiencias, costumbres o injusticias parecen distanciarse por una frontera de nosotros. Malos tratos, prejuicios, indefensión, memoria, concepciones, formas de ver el mundo e identidad son temas abordados en las diferentes obras que permiten entender cómo se van construyendo las diferencias. Entre otras obras expuestas se encuentran “En estado de coma” (2006-2007) de María Elvira Escallón y “Las estructuras del viento” (2017) de Arquitectura expandida que serán tema en este texto por mostrar las injusticias a las que quedan sometidas diferentes lugares y el esfuerzo por mantener un espacio en el que se cree. De igual manera, “El Centro no se vende”, un registro documental, evidencia el interés de ciudadanos que comparten un entorno, su búsqueda por defenderlo y exigir un mejor trato. Las tres obras independientes en conjunto son expuestas a través de intervenciones de espacios, testimonios y videos construye las pruebas y las situaciones. Asimismo, estas parecen relacionarse entre sí, no sólo por compartir un espacio en la exposición y una disposición (pues estaban muy próximas entre ellas) sino en lograr cuestionar a las personas en su papel y qué tanto conocimiento se tiene de lo que sucede en un espacio común.

En primer lugar (sin ningún orden en particular), está “En estado de coma” (2006-2007) de la artista colombiana María Elvira Escallón: un video de 7:22 minutos conformado por fotografías del Hospital San Juan de Dios años después de su clausura (2001) tras la implementación de la ley 100 de 1993, en el que los hospitales del Estado tuvieron que empezar a generar sus propios recursos. El video proyectado en un televisor con unos audífonos conectados al mismo presenta la serie de fotografías que Escallón tomó del hospital abandonado, que se mantiene limpio con la ayuda de antiguos empleados que no reciben remuneración alguna por esta labor. En la parte correspondiente al sonido los comentarios de dos mujeres que trabajaron allí como enfermeras exponen los testimonios que hablan de las experiencias en torno al cuidado del espacio y la lucha que tuvieron que mantener para lograr que este fuera considerado patrimonio cultural, logrando evitar que se volviera parte de los terrenos de la renovación urbana del Estado del momento. Mientras, en las imágenes, camillas, almohadas, estanterías repletas de archivos y equipos médicos parecen retratar el abandono del espacio, pero también una persistencia y cuidado evidente por el buen estado de estos objetos. En un segundo grupo de fotografías muestra espacios cortados y con un abandono más brusco: hierbas creciendo, almohadas manchadas por los años, camillas cortadas, etc. es la situación llevada al extremo, al “qué pasaría si…”, qué pasará si la situación no cambia, si el lugar queda relegado al olvido. Escallón crea un registro documental ficticio que hace énfasis en la problemática. La marcada diferencia entre los tipos de fotografías presentados insisten en pensar el problema de una manera más personal. Las elecciones de la artista al mostrar una documentación real y la de un espacio intervenido hacen más claro el olvido del espacio. El paso del tiempo y la falta de intervención (hipotética) de los seres humanos marcan el lugar dejando que la naturaleza se apodere de este y que uno se pregunte qué pasará con todos aquellos lugares que dejemos de cuidar por falta de interés, ¿quedarán reducidos a las ruinas? Esta paridad (real-ficticio), dice Natalia Gutiérrez, colaboradora permanente de la revista Arte en Colombia (ArtNexus, encaminada a la documentación de arte con sede en Bogotá) logra que, en una primera visión del proyecto (primera serie de fotos), diga ella: “el problema me parecía importante pero no tenía nada que ver conmigo”. Mientras que, con respecto a la nueva serie, agrega que “[hizo] más asociaciones con un Estado para el cual la enfermedad es una “carga presupuestal”” (2009, p. 13). Es decir, que surgen una serie de preguntas sobre el papel del Estado, de la ciudadanía, del manejo de los presupuestos y los espacios, cuáles son las prioridades.  La obra invita a reflexionar sobre los espacios que no sólo tienen una relevancia por su presencia física, sino por los esfuerzos que representa para muchos el mantenerlos, lo que hay detrás de cada lugar y las historias que albergan que, para este caso en particular, fueron las de profesores y alumnos que se rodearon de conocimiento y desarrollo científico mientras era el Hospital universitario de la Universidad Nacional de Colombia.

En segundo lugar,  se encuentra “Las estructuras del viento” por Arquitectura expandida: una instalación dispuesta sobre una pared con un registro fotográfico y documentos oficiales con información sobre el predio en el que se construyó la Casa del Viento, así como la intervención de estos documentos con resaltador naranja y marcador negro que señalan los puntos más interesantes de cada uno y preguntas que surgen de las incongruencias encontradas entre estos. Las fotografías sirven para respaldar la historia de este espacio construido comunitariamente por los vecinos de la localidad de San Cristóbal en Bogotá “ante la falta de equipamientos sociales y comunitarios en un contexto urbano conflictivo y violento” (La casa del viento, 2015) y que surgió como un proyecto versátil temporal y desmontable que como resultado de esfuerzos se apoyaba en la edificación existente de la Biblioteca Comunitaria del Simón Bolívar. Las fotografías son el paso a paso de la construcción y son fundamentales para entender todo el proceso que se produjo detrás. Sin embargo, la instalación no surge para dar cuenta del proyecto, sino  como una respuesta tras el incendio provocado el 9 de enero de 2017 a la Casa del Viento que fue tomado como un por los integrantes de la comunidad como un ataque directo al mismo espacio cultural. A raíz de esto surgieron más conflictos, siendo uno de ellos el lugar donde se encontraba. En los documentos colgados y resaltados se muestran los Chips catastrales, es decir, los códigos de identificación predial que asigna la Unidad Administrativa Especial de Catastro. En estos papeles el terreno es definido y delimitado de múltiples maneras. En un caso es presentado como “espacio público”, luego “espacio comunitario”, luego como extensión de la biblioteca, con una extensión que va desde los 0 m² en un caso, hasta 1648 m² que supuestamente ocupa el predio, e incluso con 0 m² construidos. En conjunto las incongruencias muestran el desorden y falta de cuidado en el manejo de los predios y su respectiva protección y ponen en duda el buen uso de los espacios públicos que realmente funcionen para el bien de los ciudadanos. El desconocimiento que tenemos sobre los espacios y cómo son tomados para las entidades oficiales son evidentes. Exigir por la preservación y cuidado de un espacio destinado para el bienestar de una comunidad tiene que ser aplicable a muchos otros casos. El registro no solo es una alerta para los ciudadanos que desconocen de los lugares que habitan, sino una invitación a preguntar, informarse y exigir información y claridad en los diferentes proyectos que se desarrollen en las ciudades y pueblos que vivimos.

Finalmente, junto con estas dos obras se encuentra un registro documental en el centro de la sala: “El centro no se vende” homónimo a la comunidad conformada por miembros de los barrios Centro Administrativo  y Santa Bárbara. Sobre una gran mesa textos, testimonios, mapas con información y fotografías de viviendas y locales son la respuesta al Proyecto de Renovación Urbana Ministerios como una resistencia a la ocupación de estos espacios. Quienes hacen parte del sector luchan para no ser desplazados de sus lugares de trabajo y hogares, aun cuando hay casos en los que edificios ya están comenzando a ser demolidos sin que sus habitantes hayan desalojado porque lo que les ofrecen por su hogar no alcanza para conseguir un nuevo espacio para vivir dignamente. En los papeles, las opiniones en torno al proyecto vuelven la situación más personal y menos distante. No son solamente los espacios de los que escuchamos hablar en las noticias o que leemos en los periódicos y que son tratados simplemente como lugares que serán renovados, sino que se muestran mucho más próximos, como diciendo “¿y si estos fueran sus hogares qué?” Este registro nos demuestra la necesidad de dejar de vernos como individuos y cada vez más como integrantes de una comunidad, de una ciudad, de un espacio con gente, con problemas y la necesidad de ser tomados en cuenta  y escuchados.  

“En estado de coma”, “Las estructuras del viento” y “El centro no se vende” no están expuestas solas en una misma sala, sino que se encuentran junto Raíz común (en construcción) del colectivo Marrano de Barro, El desangre del Huila de Carolina Caycedo y Entre Aguas, Cotsbotj de Franco Isidro Muchavisoy Narváez entre otras obras. Expuestas en el marco de ARTBO, programa de la Cámara de Comercio de Bogotá, que busca promover la circulación de nuevos talentos en las áreas de arte y diseño, hacen parte una sección especial del programa, la sala Chapinero, que funciona como una “vitrina para el arte contemporáneo con un especial enfoque en generar reflexiones sobre problemáticas económicas, sociales y culturales de Bogotá” (ARTBO Salas, s.f). Es decir, que todas las obras crean un diálogo con el espectador. Sin embargo, lo que tienen en común las tres tratadas anteriormente es que el motivo de la preocupación es un espacio visto como un símbolo de algo mayor, que entre ellas parecen crean una discusión, una comunicación independiente. Es en diferentes zonas de Bogotá (centro, y suroriente) que las personas resisten por aquello en lo que creen, ya sea un proyecto comunitario, su hogar o el funcionamiento de un hospital, los seres humanos y los esfuerzos son el componente principal. Es por esto que el que la exposición se encuentre en la misma ciudad debería tenerse presentes. Estas situaciones conocidas sólo de oído manifiestan la proximidad que hay entre los habitantes de esta gran ciudad y aquellos que defienden en condición de desamparo. Es la forma más evidente de demostrar que esos problemas y fronteras que nos parecen tan definidas y que nos separan de personas en situaciones de vulnerabilidad no son más que circunstanciales, que las problemáticas no se encuentran sólo en lugares apartados del país, sino muy cerca de donde uno estudia, trabaja o vive. Aquí también están pasando cosas para decir.

Referencias

  • Gutiérrez, N. (2009) “En estado de coma” En estado de coma, Alcaldía Mayor de Bogotá, 11-13.
  • La Casa del Viento. (2015). Arquitectura expandida. Recuperado de http://arquitecturaexpandida.org/la-casa-del-viento/
  • ARTBO Salas. (s.f). ARTBO. Recuperado de http://www.artbo.co/Programa-ARTBO/ARTBO-Salas